muchas veces deseas una cara, pero la neta es que no sabes cuál te va a tocar, siempre es un azar.
así pasa, conoces a las personas, muy pocas siempre te dan una cara y el resto simplemente están como esas monedas al aire.
Ese morro de chicali, Juan Cirerol, pasó desde el principio por darme gracias en alguna cena o cheves que compartimos en mi casa hasta por llamarme al celular para pedirme que lo acompañara a comprar sus botas nuevas al centro. Siempre le daba carrilla un chingo: guey, ya cómprate unas botas nuevas, negras...no puedes andar así con los hoyos en las suelas.
Ahora cada vez toca en algún lugar por azar al que voy, me saluda con un poco de ajenidad...hola morra...quihubo...
y entró por la puerta chiquita a las andadas de la 'escena' de 'músicos' del d.f.
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