miércoles, agosto 08, 2007

involuntarias.

las urgentes señales, por no decirles prácticamente la obviedad, que me dicen: sal corriendo por la puerta de enfrente.
el hombre se quedó parado soportándose en dos pies detrás de mi. No fue ni a mi lado, ni al frente. Su gesto frágil y deprimente me pareció genuino, es que me desorienta y me rompen sus grandes ventajas, que conoce el mismo, prefiriéndo seguir columpiándose en ellas.
Soy la conmovida inestimable, la enfermera voluntaria-involuntaria que se queda de turno nocturno para después seguir como la sombra del enfermo durante el día.
No te sabe a nada? no huele a nada?, me dije. Qué raro, debería oler y saber a algo peculiar, a ese algo que amerite quedarse con él. Entonces reconocí que es un hombre que carecía de rastros voluntariamente por supuesto, eso uno lo decide. Digo esto último porque él se ideó desconocerse así mismo por lo tanto, no quiere que le sigan.
Lo hemos perdido, me dije frunciendo la boca y arrugando la frente con un dolor de pecho que más bien suelta la sensación de mareo precoz. Su mirada (que es la que me gusta tanto) vagabundeó por la habitación, a pesar de no haber reaccionado con mi roce al pasarle por un lado, el izquierdo. Sus cabellos siguieron sedosos(me gustan) , le prometieron cosas a los dedos de mi mano, pero perdieron rápida confianza porque sus pensamientos se enredan continuamente y se hacen cada vez más duros e inquebrantables, como las rocas porosas me imagino. No se rompen enseguida, letanamente se van desgastando capa en capa.
Míralo nada más, de 27 y entrando su desoladora demencia de esa que es silenciosa y muy cabrona en el fondo.
Ahora querido, los enfermos se autorecetan dosis de emociones al nivel más pasivo para que ahi, se quede dopadito, sentadito y sonriendo: nada pasa, todo cabe y el tiempo sigue pasando. Como el síntoma establecido plenamente durante tiempo indefinido.

Me enamoré del enfermo siento decirlo, es un paciente que me cayó de la nada. Probablemente fue de él, de su mirada, de sus cabellos o de su gravedad cuando tuve que auxiliarlo. Me acuerdo que justo estas cosas las he visto en el teatro, las escenas son profundas, llenas de sentimiento y sobre todo desgarradoras mentalmente.
Por eso seguiré yendo al teatro para verlo de frente y sentada en mi lugar. Para seguir llorando al final de cada puesta, aplaudir y sonreir mientras salgo por la puerta de enfrente.



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